La lluvia y las emociones reprimidas

Me despertaron los gritos de mis vecinos que corrían por las calles buscando sacos, muebles viejos, todo lo que pudiera contener el agua que entraba a toda velocidad al pasaje. Cuando salí, no miento, ropa, electrodomésticos e incluso portarretratos flotaban por la calle. Nuestras casas eran de material ligero, nos las dieron mientras buscaban una “solución habitacional”, así mismo dijeron, pero de eso ya habían pasado casi diez años. El agua del canal entró sin piedad, sin pensar que éramos unos pobres pelagatos en medio de la pandemia. La municipalidad llegó a ayudarnos, pero solo evacuaron a las personas que estaban en cuarentena obligatoria. Pedimos sacos, pero ni eso nos dieron, solo nos dejaron cuatro pares de botas hasta la rodilla, para que los más aperrados lucharan contra la naturaleza.

Recuerdo a un místico que vi en la tele; él dice que el agua representa las emociones reprimidas. Pensé que habíamos botado todo nuestro malestar el 18 de octubre, pucha que estaba equivocado.

La vida sigue

Esto pasó en marzo. Fue de los primeros en salir en la tele. “Conductor de RedBus fallece por Covid-19”, repetían y repetían. No entiendo por qué le dicen Covid si todos lo llamamos Coronavirus, en una de esas la gente no pesca porque cree que son dos virus distintos. El muerto era mi viejo. Él no sabía que estaba enfermo. Trazaron la ruta que hizo un ahueonado que salió a pasear siendo que debía estar en cuarentena y dieron con mi papá, que tuvo la mala cueva de haberlo llevado esa tarde. No tuvo síntomas iniciales, pero todo se desencadenó rápidamente apenas dio positivo. Cuando falleció su empresa nos ayudó a costear lo que no cubrió Fonasa y les pedí pega porque mi vieja no puede trabajar en este tiempo porque tiene una enfermedad autoinmune. Aquí voy ahora en una micro, rogándole a Dios que no me contagie y deseando, cuando todo esto termine, reencontrarme con mi vieja linda para ir a despedir a mi papito al cementerio.

Alerta de tetas

Siempre que llego con una mina al edificio Juan, el conserje, se le queda mirando las tetas con cara de perverso. Solo atino a mirarlo con odio, como diciéndole que sé lo que hace; sé que te imaginas a mis minas sin ropa, culiado, le digo en mi mente. Desde que estoy con la Andre, misma historia. Pero como ella no se da cuenta, me obliga a saludarlo. Hace unos días veníamos entrando, apenas con las compras del supermercado, obvio no nos abrió la puerta por quedarse mirando las tetas. Muy simpática la Andre, también pajarona, lo saludó de beso pese a que se veía moribundo, con cara de virus. Cagado, me tocó estrecharle la mano. Subimos y pensé: ¿no será que se contagió? Me metí corriendo a la ducha para desinfectarme, la Andrea no me pescó. Hoy lo confirmaron en el WhatsApp del edificio: el viejo verde está contagiado. Nos vinieron a tomar el PCR los de la municipalidad. Una mina, jovencita, con un cuerpo… uff. Le iba a pedir el número pero la Andre estaba al lado con cara de paco.

¿Dónde está el amor?

Entonces me paré frente a él, ahogada en la pena que sentía e intenté pensar en algún momento en que hubiésemos sido felices, en el que pudiese haber sentido su cariño y el amor que tanto decía tener. Pero no encontré nada.

Tengo la sensación de que podría contar con los dedos de la mano nuestros recuerdos felices, donde me entregara amor sincero y no usara el dinero para mostrar su aprecio. Sin embargo, en aquel instante no encontré esos diez momentos, no encontré nada.

Simplemente, me ahogué con mi llanto y dije: tú no nos conoces, no sabes nada de nosotros, no sabes nada de él. Eres incapaz de sentir empatía, no tienes emociones, no lo conoces y quieres hacer algo por él. Esas dos veces que vienes en el mes, esas dos veces… aquí el huevón eres tú, no él.

A veces pienso que lograremos resolver nuestras diferencias, que el amor que dices sentir ganará la batalla contra la crianza que tuviste. Sin embargo, otras veces pierdo las esperanzas, me hundo en la tristeza y pienso que esto será así eternamente.

Siento envidia de esas personas que tienen momentos felices, siento envidia de mi yo recién nacida, de mi yo a los cuatro años. Las fotos me dicen que ahí éramos felices, espero realmente que haya sido así, porque esas son las imágenes mentales que me hacen tener fe en ti.

Tal vez él sienta envidia de esos niños, tal vez él sienta envidia de esas imágenes imaginarias que tengo en mi cabeza. Tal vez él algún día te perdone. Tal vez algún día tu amor gane la batalla. Espero que sí, de verdad, en el fondo de mi alma espero que sí.

Hoy el llanto ganó, la pena ganó, el desconcierto ganó. Qué horror tu pérdida de razón, tu falta de empatía, tu falta de amor. Él no está solo y nunca lo va a estar. Él es nuestro todo y tú eres sólo un huevón. Entiende.

¿Dónde está el amor?

1. Dolor

Entonces comenzó a entender que todo había acabado y su mundo se derrumbó. No sabía cuánto le tomaría sanar a su corazón, pues en ese momento sólo sentía un dolor punzante, el que no le permitía respirar, caminar, vivir y volver a levantarse. El dolor comenzaba en su garganta y terminaba en su vientre. Cuando le dolía era como si tirasen de ambos extremos. Entre el dolor y la tristeza, no veía un futuro por delante. En su cabeza sólo tenía la imagen de él alejándose, a pesar de que no se había ido a ninguna parte. A veces trataba de hacer entender al resto lo que sentía. Sin embargo,  le parecía que nadie podía acercarse si quiera al inicio de su dolor. Tanta pena, tanta pena sentía. ¿Cómo acabar con el dolor?, se preguntaba. Pero no hallaba ni respuesta ni cura. El dolor la consumía, a ella, a su felicidad y a su vida. Miraba el reloj que estaba frente a su cama, que antes de conocerlo no estaba y al que ahora no quitaba la mirada. Sus manos no eran suyas, tampoco lo era su cuerpo, nada respondía a su cerebro, que intentaba reanimar este cuerpo sumido en el dolor. A veces su madre la iba a ver, pero no podía con su tristeza. La acompañaba media hora sentada junto a su cama, le preguntaba cuánto más estaría sumida en la melancolía, le decía que lo había visto y que estaba bien, que por qué ella estaba mal. Nadie entendía, nadie entendía cómo se sentía. No podía dormir por las noches, el viento y la lluvia de aquel invierno hacía que le doliera más y que la tristeza se hiciera cada vez más profunda. Aquellos sonidos la deprimían y ya no veía nada más. Al mes, dejó de hablar con todos, dejó de contestar los llamados y dejó de abrir a quien tocara su puerta. Su cuerpo se desconectó de su dueña para no hundirse como lo había hecho su mente, aquella mente que se había ido lo suficientemente lejos, a una dimensión donde sólo se respira dolor y este último es el que te mantiene en vida. Margarita, su nana de toda la vida, abría con cuidado la puerta del departamento, preparaba una sopa y le daba de comer. ¿Cuándo volverás?, decía. Respiraba lentamente, pestañeaba cada cierto tiempo, sus ojos siempre estaban llenos de lágrimas. Las ojeras cada vez eran más grandes y oscuras, tenía menos pelo que antes y su piel había dejado de brillar. ¿Cuándo estaría mejor? Nunca, pensaba.

Un día su corazón no dio más con el dolor y dejó de funcionar con normalidad. Cada vez latía menos, pero nadie lo notaba. Cada vez la sangre circulaba más lento, porque éste ya no quería bombear.

Egolatría//Idénticos

Hay ególatras que se conforman con mirarse todo el día al espejo, pero también están los que se aman tanto que buscan a personas iguales a ellos. Se enamoran de seres idénticos a ellos, con los mismos rasgos y con la misma personalidad. Se aman tanto que se buscan entre las personas. ¿Para qué? Para fingir que aman a alguien, siendo que en verdad se aman a sí mismos. No sé si está mal, pero es raro y me perturba. Cambio y fuera.

Verdades

Un día aquellas cosas en las que creías,
aquellos seres que admirabas,
desaparecen y no queda más que la verdad.
Esa que no quisiste ver durante tanto tiempo
y que ahora destruye el mundo que construiste,
ese mundo que hoy no tiene sentido y
que te come por dentro.
Ya nada significa lo mismo,
ya no quedan referentes, ideas o pensamientos.
Sólo quedas tú, la verdad y un mundo
que no debiese existir, un mundo
que ocultaste para no sufrir,
para poder vivir.

Ausencias

Hoy recordé los tres o cuatro meses que esperaba que llegaras.
También todo lo que sufrí el tiempo que te ausentabas.
Hoy recordé lo mal que lo pasaba cuando llegabas.
Hoy descubrí los temores que esas cosas dejaron en mí,
hoy sé que odio las excusas, las mentiras.
Hoy recuerdo tus llamados y cuando decías “no podré ir”.

Enlazados

Y el amor se terminó, pero sus corazones seguían latiendo al mismo ritmo. Continuaron actuando de la misma forma y no dejaron el camino que llevaban. No estaban juntos, no volverían a estarlo. Sin embargo, tenían una vida en conjunto destinada. En sus últimos días estaban físicamente separados, pero sus corazones se coordinaron para no latir más. Se habían conocido un verano hace varios años y ese día sus corazones se enlazaron en algo que traspasaría lo físico, la vida, todo.